Allá por el año 2005, el libro "Los hombres que no amaban a las mujeres" era el best seller del momento. Había llegado a Uruguay y su tapa aparecía en las vidrieras de absolutamente todas las librerías del país. Allí lo vi por primera vez y su estética me llamó muchísimo la atención, el fondo en negro, la imagen de la muchacha atada, y el título tan largo y extraño. Sin embargo, era un libro bastante extenso, y no parecía del tipo de libro que suelo leer, además no se debe juzgar a un libro por su tapa, y menos cuando es el libro del momento y su precio excede el habitual, así que podría decirse que por el temor a malgastar mi dinero, no lo adquirí y no me molesté en leerlo.
Más tarde, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina", y "La reina en el palacio de las corrientes de aire" vieron la luz de las vidrieras, y con el tiempo olvidé que existían. Salieron las películas suecas, pasaron desapercibidas, llegaron las norteamericanas y su estética no me cautivó (ni el reparto a decir verdad, tengo un desagrado injustificado hacia Daniel Craig), no fue hasta tiempo después que hice la conexión de que esas tan comentadas películas eran la versión cinematográfica de esos otros libros que yo había visto en aquella librería hace tantos años.
Llegó este año mi cumpleaños (valga la redundancia) y mis amigos en una serie de eventos desafortunados en los que la librería no tenía el libro que me querían regalar, optaron por la primera parte de esta extensa trilogía. Y esa es la pequeña historia de como con mucha curiosidad acumulada y un poco de miedo y reserva, comencé a leer "Los hombres que no amaban a las mujeres".
Como muchos ya sabrán, el libro trata del periodista Mikael Blomkvist y la misteriosa desaparición de Harriet Vanger que él mismo intentará resolver con la ayuda de una chica extravagante y con algunas carencias sociales, llamada Lisbeth Salander.
Lo leí en una semana. La obsesión de los personajes me arrastró con ellos, y me encontré tan enferma por ver la verdad como el propio Blomkvist, aprendí a querer delicadamente a esa chica del dragón tatuado en la espalda, y acompañé las desventuras de todos los personajes. Eso sí, admito que no leí completo ningún nombre de ningún lugar. Larsson tiene pasión por mostrarnos su Suecia natal e insiste en nombrarnos todos esos lugares cuyo complicado idioma y mi ansiedad por leer me quitan tiempo valioso de lectura.
Mi madre, preocupadísima al verme tan demencialmente atrapada, actuó como cualquier madre sensata y me compró los otros dos libros.
El segundo lo leí con el corazón en la mano. Lisbeth Salander se convierte en una heroína popular, tanto, que puedo disfrutar leyendo los entretelones de espías y conspiraciones sin aburrirme por un segundo y conteniendo el aliento.
La tercera parte me resultó un poco densa al principio, y muy triste al final. Pero en eso está el valor de la obra, en estar todo el tiempo acorde con una profunda psicología del personaje que permite que los mismos tomen decisiones siempre en concordancia con su pensar, con su vida, y que estas decisiones tengan ciertas repercusiones y efectos que causen aún más acciones. Es una muy bien planeada cadena de acciones acorde con una perfecta "mente" del personaje. Es mágico y perfecto lo que logra Larsson. Por eso me gustaría que reviviera de la tumba y me deleitara con otro millón de libros perfectos, como esta perfecta trilogía.
Recomiendo a todo el que pueda leerlo.
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